Strange to live on Marvel Hill

`*~*`a postcard from where life's a thrill `*~*` ...on top of Marvel Hill...

Tuesday, October 25, 2005

Fui Yo

Alejandro Páez Varela escribió el original en Día Siete pero me gustó tanto que decidí hacer el mío.


Pude ser el tacón que rompiste aquella noche en la que bailamos hasta agotarnos para luego besarnos mientras pisabas mostaza con los pies desnudos. Pude ser la crema con la que a diario te limpias la cara por las noches o el salero de cristal que nos robamos en aquella taberna que ya no existe.

Pude ser los granos de arena atrapados entre tus dedos que con tanta molestia transportaste desde la playa hasta tu cama, y que con agua tibia removiste mientras fruncías el ceño y pensabas en irte ya a dormir; la almohada sobre la que llora un niño que acaba de perder su inocencia; la cava sobre la que reposa un vino añejo que será abierto en el aniversario de bodas de una pareja que vive con una duda existencial.

Pude ser el mango caliente de una olla con sopa que quemó la mano de tres personas consecutivamente; o la nata cremosa que con tanto asco aborrece un muchacho que recién llega al centro del país. De mi país.

Pude ser cualquiera de las espadas que en el siglo XV degollaron a más de tres mil hombres y ennoblecieron a otros tantos; el yelmo del portador del estandarte de alguna santa francesa; la cama en la que durmió algún rey español que poco a poco se volvió loco y que murió en silencio mientras su reino se desplomaba y sus hijos se peleaban por repartirse la fortuna real.

Pude ser el mesabanco que me sostiene en estos momentos o la pluma que una niña le regaló al muchacho de la esquina el día de su examen final porque no tenía con que escribir. Pude ser el diente de oro de una famosa cantante sueca o el anillo de comprimiso que el muchacho que vive frente a la comandancia de policía compró, pero que jamás entregó por miedo a la fatal negativa que lo destruiría; la funda del cojín que babea todas las noches el niño de la esquina que vende quesos; la espiga dorada que se encaja en el talón de una esposa.

Pude ser el suéter favorito de lluvia de algún mejor amigo o el bocadillo de piña que le causa alergia a un muchacho que siempre sonríe.

Pude ser cualquier cosa, pero no: fui (soy) yo, el mismo que conoces, el que no cambió: capricho ambiguo de mi pasado, diamantes en mi pantalón agujerado.

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